HOY SE CONMEMORA EL 53 ANIVERSARIO DEL AJUSTICIAMIENTO
Y MUERTE DEL SATRAPA RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO MOLINA. HOY ES DIA DE LA LIBERTAD
DEL PUEBLO DOMINICANO.
El Pueblo Dominicano
conmemora hoy, como cada 30 de mayo de cada año, un nuevo aniversario del
ajusticiamiento y muerte del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, declarado
como Día de la Libertad; esta trascendental acontecimiento tuvo lugar hace hoy
53 años, gracias a una vasta conspiración integrada por diversos grupos
adversos al régimen sanguinario, entre tales había grupo de acción, políticos y
militares, que tenían la responsabilidad primero de ajusticiar
al tirano y luego, de proceder a una segunda fase consistente en apresar a la
familia Trujillo y a sus principales epígonos con el fin de provocar un
recambio en la cúpula política y militar del régimen.
Dentro de los grupos
que conformaban el complot, el llamado “grupo de acción o de la avenida”, era
el responsable de llevar a cabo la ejecución del tirano. Los principales
líderes de la conjura habían obtenido la información de que cada miércoles
Trujillo, habitualmente, viajaba a su pueblo natal y sobre la base de ese dato
confiaron en que la delicada y arriesgada misión tendría lugar a mediados de
semana.
Pero el destino quiso que tal acontecimiento
sucediera un martes, circunstancia fortuita que provocó que por lo menos tres
de los miembros originales del grupo de acción se vieron imposibilitados de
participar en el tiranicidio.
LOS
SIETE DE LOS NUEVE HOMBRES DE LA AVENIDA
El grupo de acción que
iría a la avenida estaba conformado por nueve personas, que se distribuirían en
tres vehículos, pero en vista de que fue necesario actuar con inusitada
precipitación antes del día previsto, solo siete de los hombres que tenían la
encomienda de fulminar a tiros al tirano se encontraban disponibles en la
ciudad de Santo Domingo.
Los hombres de la
avenida fueron Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella
Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y
Roberto Pastoriza Neret, los cuales, por lo menos en tres ocasiones (los días
17, 24 y 25 de mayo), intentaron fallidamente enfrentarse al dictador, que
extrañamente varió su itinerario en cada ocasión.
LA
EMBOSCADA FINAL
Tan pronto Antonio de
la Maza recibió la noticia de que esa noche “el hombre” iría a San Cristóbal,
procedió a verificar que la misma era fidedigna, y tras determinar que no
disponía de tiempo suficiente para la reflexión pausada, para la planificación
cautelosa y mucho menos para tratar de congregar a todos los que debían
participar en la emboscada; sin pérdida de tiempo, contactó a los integrantes
del grupo de acción accesibles en la capital.
Todo se desarrolló
vertiginosamente. De la Maza, con no disimulada precipitación logró convocar a
seis compañeros –algunos personalmente y otros por teléfono–, a los cuales
advirtió que la hora decisiva había llegado, y que las circunstancias exigían
pasar de la teoría a la acción. Dos horas después (Robert Crasweller estima que
hacia las 7 de la noche), el teniente García Guerrero se comunicó por teléfono
con el ingeniero Pastoriza y le aseguró que había confirmado que el hombre
saldría esa noche fuera de la ciudad capital. Pastoriza, a su vez, debió
contactar a su íntimo amigo, el ingeniero Huáscar Tejeda (que previamente había
sido localizado por De la Maza), y de esa manera las personas claves de la
conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, como la calificó uno
de los héroes.
Tres vehículos
intervinieron en la ejecución de Trujillo. Una vez en la avenida, en las
cercanías de la Feria Ganadera, hacia las 8:30 de la noche, los miembros del
“grupo de acción” se repartieron las armas y de inmediato decidieron separarse
para esperar por su presa, conforme a un croquis que para tales fines había
elaborado el ingeniero Pastoriza
De acuerdo con el plan
original, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces para
bloquear la autopista y así obligar al carro del dictador a detenerse, de
suerte tal que el auto persecutor pudiera alcanzar el blanco entre dos fuegos.
En el primer auto,
estacionado en las proximidades del Teatro Agua y Luz, en dirección oeste-este,
viajaban Imbert Barrera, conductor; De la Maza, quien ocupaba el asiento
derecho delantero; Estrella Sadhalá y el teniente García Guerrero, quienes iban
sentados detrás. En un segundo carro, estacionado a 4 kilómetros de la Feria
Ganadera, también en dirección oeste-este, se encontraban el ingeniero Huáscar
Tejeda y Pedro Livio Cedeño; mientras que el tercer automóvil, que se aparcó en
el kilómetro 9 de la autopista en dirección hacia San Cristóbal, lo conducía el
ingeniero Roberto Pastoriza.
Trujillo viajaba en el
asiento trasero de su Chevrolet azul celeste, modelo 57, contiguo a la puerta
posterior derecha. En el interior del vehículo había tres ametralladoras,
además de la pistola de reglamento que portaba el chofer. Trujillo también
tenía un revólver calibre 38 así como el maletín que acostumbraba llevar
consigo, repleto de dinero.
Tan pronto los cuatro
conjurados avistaron el carro del déspota, se prepararon para perseguirlo. Con
cierta premura encendieron el motor de su auto, hicieron un giro y de inmediato
enfilaron en dirección este-oeste tras la codiciada presa. En el momento en que
el vehículo conducido por Imbert Barrera se colocó paralelo al de Trujillo, De
la Maza y García Guerrero dispararon sus armas creyendo, erradamente, que
habían fallado en su primer intento; pero en realidad no fue así. El disparo de
escopeta que hizo De la Maza dio en el blanco y resultó ser mortal para El
Jefe.
Ante el inesperado
ataque, el chofer de Trujillo frenó bruscamente provocando que el automóvil
manejado por Imbert lo rebasara velozmente.
Fue entonces cuando
Imbert (urgido por De la Maza) giró en “U” aceleradamente y se situó a unos 15
metros de distancia del objetivo. De inmediato los cuatro ocupantes del
vehículo atacante se desmontaron, armas en mano, dando así inicio a un intenso
tiroteo que, según apreciaciones de expertos militares, duró aproximadamente
diez minutos. Trujillo y su chofer también salieron del vehí- culo, detenido en
medio del paseo central de la avenida en posición diagonal (pues De la Cruz
quiso intentar un giro a la izquierda para regresar a la capital). Una vez
fuera del carro, y parapetados detrás del mismo, el capitán De la Cruz
respondía con ametralladora al fuego de sus atacantes, defendiéndose, al tiempo
que trataba de proteger a su jefe.
Los dos Antonio, Imbert
y De la Maza, tirados sobre el pavimento, solicitaron a Estrella Sadhalá y
García Guerrero que los cubrieran, ya que tratarían de acercarse al carro de
Trujilllo con el propósito de terminar rápidamente el enfrentamiento, que,
según consideraban, se estaba prolongando demasiado.
De la Maza logró
deslizarse por el pavimento hasta posicionarse detrás del vehículo de Trujillo,
mientras que Imbert lo hizo por la parte delantera. La intensidad del tiroteo
aumentaba cada vez más cuando, de repente, De la Maza, después de haberle
disparado otra vez al tirano, gritó: “¡Tocayo, va uno para allá!”.
EL
TIRO DE GRACIA AL “JEFE”
En medio de aquella
lluvia de proyectiles, los atacantes del Jefe no se percataron de que el chofer
de éste había cesado de disparar, replegándose hacia la maleza, mientras que
Imbert sí pudo notar que una persona, evidentemente mal herida, se tambaleaba
frente al vehículo en donde minutos antes se encontraba el hombre más poderoso
del país. Era Trujillo, cuyo metal de voz Imbert dice haber reconocido, pues el
dictador naturalmente se quejaba de las heridas recibidas o profería palabras
que en ese momento resultaron ininteligibles.
Un certero disparo de
Imbert, que Trujillo recibió en el pecho, detuvo su marcha, desplomándose
estrepitosamente a casi tres metros de distancia de su atacante. En ese preciso
instante, Antonio de la Maza, a la velocidad de un rayo, emergió de la oscuridad
de la noche aproximándose al cuerpo del dictador –que yacía sobre el pavimento
“boca arriba, con la cabeza en dirección a Haina”– y le descerrajó un tiro de
pistola en la barbilla, al tiempo que exclamó: “¡Este guaraguao no come más
pollos!”. En cuestión de minutos Trujillo estaba muerto y desde entonces es
parte de la historia negra de nuestra Nación Dominicana. Muchos se han
encargado de borrar esta historia, solo basta con revisar que actividades de
conmemoración se realizan hoy, principalmente en nuestra ciudad de Montecristi,
muchos de cuyos hijos pagaron con sangre su oposición a la sanguinaria
dictadura.
(Fuente: Web y diversos testimonios escritos.)